“¡Pezzolano, dimisión!”, el irónico grito contra sí mismo del entrenador del Valladolid a la afición | Fútbol | Deportes

“¡Pezzolano, dimisión!”, el irónico grito contra sí mismo del entrenador del Valladolid a la afición | Fútbol | Deportes

El Papa va a hablar. Paulo Papa Pezzolano se asoma al balcón del ayuntamiento de Valladolid. Debajo, miles de fieles entre una fumata morada escupida por bengalas. El entrenador del Real Valladolid toma el micrófono y grita el “¡Pezzolano dimisión!” con el que la afición le ha castigado desde el principio hasta el final de la exitosa temporada. La hinchada, primero atónita, aprovecha el brindis y clama contra el técnico, quien prosigue el cántico hasta recogerse tras sus jugadores. La secuencia ha sorprendido tanto fuera de Valladolid como poco en el mundillo futbolístico de la ciudad: buena parte de la grada no quiere al entrenador que los ha devuelto a la élite. Los asteriscos de esta aparente contradicción: que él mismo lo descendió hace un año, que el equipo no ha mostrado línea de juego y que el uruguayo no ha comulgado con el pueblo ni ha tendido lazos con los aficionados. Ahora, líder y ascendido, cuenta con un año automático de renovación.

La escena se ha repetido en el Nuevo Estadio José Zorrilla y también cuando el Pucela jugaba a domicilio. La bien terminada campaña ha atravesado meses de dudas, con pésimas imágenes a domicilio y sin conseguir una tendencia solvente de sensaciones más allá de los resultados. Los números han acompañado pero el trasfondo ha pesado. “¡Pezzolano, dimisión!”, se ha repetido prácticamente semana tras semana, con diversos porcentajes de adscripción entre la hinchada pero con los decibelios suficientes como para resonar en los estadios. Fuentes cercanas al vestuario aseguran que el grupo está con él y que cuenta con su respaldo. Los futbolistas pedían clemencia para su jefe pero este tampoco contribuía a apaciguar los ánimos: más allá del flojo desempeño deportivo, sus declaraciones en rueda de prensa o gestos en el banquillo encendían a sus detractores. El Real Valladolid rompió en septiembre su techo de abonados en Segunda división con 20.000 carnets expedidos pese a que el propio Pezzolano firmó el descenso. Los aficionados, de buena memoria, intentaron olvidar que el charrúa llegó al equipo a un punto del descenso, como remplazo de Pacheta, pero que con él se perdió la categoría y no se tiró a puerta en los dos choques finales, contra Almería y Getafe, saldados con insuficientes empates.

El curso comenzó con una racha de flojos partidos, incluso con el Pucela en descenso, y se encendió un germen alimentado toda la temporada por la incapacidad del plantel y del cuerpo técnico por vencer y convencer. El Real Valladolid es el decimotercer mejor equipo de la historia del fútbol español y en situaciones de descenso, sobre todo tras dos caídas consecutivas con solo un año en Primera mediante, existe un alto nivel de exigencia. Por tanto, con el equipo en zona alta pero casi nunca en ascenso directo hasta el rotundo tramo final, seguía el recurrente cántico contra el entrenador, cuyo puesto llegó a temblar en dos ocasiones. Al principio, cuando libró tras ganar agónicamente al Cartagena en casa y romper una racha aciaga. Y en marzo, tras fracasar en Ferrol y acuñar una racha sin ganar a domicilio desde noviembre y no aprovechar las oportunidades de la liga. Pero el hombre de confianza de Ronaldo siguió en el cargo pese a que el campeonato ha transcurrido sin dominadores claros y mucha igualdad a la baja, con escasa calidad media pero muchas sorpresas ante la falta de contundencia de los de arriba. “Esperemos que los gritos contra mí se puedan arreglar, y para eso van a ayudar los resultados. Hay gente que viene a desahogarse”, afirmaba el Papa ante la habitual pregunta en rueda de prensa. El arreón blanquivioleta tras la debacle en Galicia, con 24 de los últimos 30 puntos e invictos en esas 10 jornadas, no escondió el cántico, sino que incluso se convirtió en una especie de ritual chamánico. Cuando los jugadores flojeaban o el entrenador tomaba una decisión controvertida, volvía la cantinela. Más allá del resultadismo, la hinchada evaluaba esas sensaciones no encontradas, pero seguía llenando Zorrilla, conquistando los feudos rivales y miles de personas recibieron al autobús del equipo en sus últimos choques en casa. El entrenador, mientras, seguía haciendo amigos. “Nos está faltando una afición competitiva”, pontificó ante los micrófonos.

La penúltima ronda de gritos se vivió este domingo infartante, con los transistores narrando una carambola que devolvería al Pucela a la élite en caso de triunfo. En caso de triunfo. El mejor local y segundo en la tabla perdía en casa contra el colista, el Villarreal B, peor equipo a domicilio. “¡Pezzolano, dimisión!”, resonó de nuevo cuando el filial volteó el gol inicial de Moro. En 10 minutos, los dos tantos que supusieron el ascenso. La afición, al margen de resultadismos, celebró el salto de categoría sin olvidarse del entrenador, quien eufórico se llevó la mano al oído y agitó los brazos. Más, más. Al rato, en rueda de prensa, afirmó que sus tres hijos pequeños no iban nunca al estadio para que no escuchasen tales críticas a su padre. Así explicó el balance del curso en cuanto a sus detractores: “Los uruguayos tenemos cosas que en otra parte del mundo no hay: rebeldía y, como dicen ustedes, cojones. […] Acá hay seres humanos trabajando, jugadores y entrenadores, y yo nunca vi que se vaya a otro lugar a hacer lo que se hizo este año. Había mucha manipulación por detrás; esto no fue normal, de ustedes [los periodistas] ni de la gente”.

Más ruido se produjo al día siguiente en el ayuntamiento de Valladolid, cuando tomó el micrófono para devolver a los hinchas el cántico vertido durante meses. El preparador tiene un año más de contrato como cláusula por volver a Primera y no piensa renunciar. “Me siento muy identificado con la exigencia del club, así que estoy muy feliz”, incidió, y volvió al argumento testicular para agradecer a su manera el ánimo de la afición: “Mucha gente apoyó mucho y merece festejar, esta ciudad se lo merece. Hay que tener cojones para estar”.

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By Fatiha Lema

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